Hacer jabón casero: una práctica desde hace mucho tiempo
Ya en la antigüedad, babilonios, egipcios, griegos y romanos elaboraban jabón hirviendo grasas de animales con cenizas de leña y agua. Se cree que esta práctica fue llevada a Europa en el siglo VI a.C. por los fenicios, pueblo de mercaderes que usaba el jabón para limpiar los tejidos con los que comerciaba.
Pese a esto, el uso del jabón para la higiene personal no aparece documentado hasta los escritos del famoso médico Galeno, en el siglo II de nuestra era; Galeno también indicó que el jabón tenía propiedades beneficiosas para la piel. Aunque se piense lo contrario, durante la Edad Media estaba muy extendida la fabricación y el uso del jabón, sobre todo en los altos estamentos sociales. España era el principal productor de jabón en el siglo IX; más tarde la siguieron Marsella, Génova, Venecia y Savona, lugares con abundancia de aceite y sosa. El uso del jabón declinó desde finales de la Edad Media, cuando la gente prefirió ocultar los olores con perfumes en vez de lavarse.
Hasta el siglo XIX no volvió a utilizarse de forma habitual para la higiene personal.
1) ¿Qué necesitamos para hacer jabón?
- Un recipiente de vidrio, barro o metal (nunca de aluminio)
- Una cuchara de madera
- Una caja de madera
- ¼ de litro de aceite (aproximadamente un vaso)
- ¼ de litro de agua
- Tres cucharaditas de sosa cáustica
- Gafas protectoras
- Guantes de goma
ATENCIÓN: ¡La sosa cáustica es muy corrosiva! Debes tomar medidas de seguridad y evitar que entre en contacto con tu ropa o piel. En caso de que esto suceda, límpiate inmediatamente con abundante agua y jabón.
2) ¡Manos a la obra!
- Antes de empezar ponte las gafas protectoras y los guantes de goma.
- Pon la sosa cáustica en el recipiente y añade agua poco a poco. ¡Cuidado!, no toques en ningún momento la sosa cáustica con la mano, porque puede quemarte la piel. Preparando esta disolución comprobarás que se desprende calor; este tipo de reacciones se denominan exotérmicas.
- Añade el aceite lentamente, removiendo la mezcla sin parar con la cuchara de madera durante un buen rato. Cuando aparezca una espesa pasta blancuzca (ten paciencia hasta lograrlo), habrás logrado tu objetivo.
- Si por mucho que remuevas la mezcla, no logras que espese, no la tires. Pásala a una cazuela y caliéntala en el fuego de la cocina. Removiéndola de nuevo aparecerá por fin el jabón.
- Para que el jabón salga más blanco se le puede añadir un producto blanqueador, por ejemplo, un poco de añil. Para que huela bien se puede poner alguna esencia (limón) e incluso pequeños pedazos de hierbas aromáticas.
- Con la ayuda de una espátula pon la pasta obtenida en una caja de madera (molde). Al cabo de uno o dos días podrás cortarla en trozos con un cuchillo. Ya estará lista para ser usada.
3) ¿Sabes qué ha pasado?
Los aceites están formados por moléculas alargadas denominadas ácidos grasos. Estas moléculas no se mezclan con agua, por lo que se llaman hidrofóbicas (tienen «miedo» al agua). Cuando mezclamos sosa cáustica con aceite y agua, la sosa libera cationes de sodio (átomos de sodio con carga positiva, Na+) que se unen al extremo de los ácidos grasos. Así se crea una molécula asimétrica que por una parte rechaza el agua (hidrofóbica), pero por la otra le es afín (hidrofílica). Estas son las moléculas de jabón.
4) ¿Porqué lava el jabón?
Cuando ponemos el jabón en contacto con el agua, las moléculas de jabón forman diminutas esferas, denominadas micelas. La parte hidrofílica de las micelas se coloca en la superficie y la parte hidrofóbica se dispone hacia el interior. La grasa de las manchas es atraída hacia el interior hidrofóbico y se separa de la superficie de la ropa o de la piel. De esta manera se produce una emulsión (una suspensión de moléculas de grasa en el agua). Cuando nos enjuagamos, la emulsión se va con el agua.
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