La costa de Perú está repleta de restos de imponentes pirámides. Estudios arqueológicos han descubierto que estos misteriosos monumentos que se asemejan a los de Egipto se erigieron entre 6.000 y 3.000 años atrás. Al final de este periodo, no obstante, fueron súbitamente abandonados. ¿Qué le ocurrió a la civilización que tantos esfuerzos había invertido para construirlos? Según Daniel Sandweiss, un geólogo de la Universidad de Maine, EE. UU., la decadencia de esta civilización se debe a El Niño, un fenómeno meteorológico de magnitud planetaria.
Escrito por Michele Catanzaro
Auge y hundimiento
Según Sandweiss, el fenómeno de El Niño se inició hace 6.000 años. Fue cuando empezó a llover con más abundancia en la costa de Perú. Estas lluvias favorecieron que una civilización nueva floreciera y prosperara. Sin embargo, al cabo de 3.000 años, el fenómeno se hizo demasiado intenso. Las lluvias empezaron a ser destructivas y condenaron a muerte la misma civilización que habían creado. Sandweiss aporta como prueba de este hecho las canalizaciones para el agua de lluvia y el lodo que aparecen en la arquitectura de pirámides más recientes. Unas medidas que no fueron suficientes para detener la furia de El Niño. Efectivamente, las lluvias no son la única consecuencia de este fenómeno. Incendios, epidemias y falta de alimentos están también entre sus efectos colaterales más mortíferos.
¿Quién es ese «Niño»?
Desde hace ya décadas, los pescadores de Perú y Ecuador saben que a veces, cuando se acercan las Navidades, la buena pesca empieza a escasear. Al parecer en ciertos años el agua se calienta más de la cuenta y los peces desaparecen. Dado que el fenómeno se manifiesta al acercarnos a la llegada del «niño Jesús», es decir, Navidad, los pescadores lo llaman El Niño (de ahí que se escriba con mayúscula). Los investigadores que han estudiado este fenómeno le pusieron otro nombre: Oscilación del Sur. Así pues, el nombre más utilizado en la actualidad es ENOS (El Niño – Oscilación del Sur). Este fenómeno se presenta a intervalos que van de dos a siete años, en el periodo entre diciembre y marzo. No se trata tan solo de la aparición de corrientes oceánicas calientes en las costas americanas, sino de una alteración global del sistema océano-atmósfera. Incluso el sur de la península ibérica se resiente de este fenómeno.
Vientos y corrientes
El Niño empieza muy lejos de Perú y Ecuador, justo al otro lado del océano Pacífico, en latitudes tropicales, cerca de Australia e Indonesia. En condiciones normales (las llamadas condiciones No-Niño) los vientos alisios acumulan una gran cantidad de agua y de calor en la zona occidental del océano Pacífico. En efecto, estos vientos soplan de este a oeste. Por esta razón la superficie del mar es aproximadamente medio metro más alta en Indonesia que en Perú. Además, en el Pacífico oriental, en la costa americana, se produce un fenómeno llamado surgencia. Se trata de una combinación de las acciones del viento y de la rotación terrestre por el que el agua fría del océano sube hacia la superficie. La acción combinada de los alisios y la surgencia hace que la diferencia de temperatura del agua entre Perú e Indonesia sea de hasta 8 grados. Las aguas calientes de las costas asiáticas hacen que el aire suba y facilitan la formación de nubes y, por tanto, de lluvia. Al otro lado, las costas americanas se mantienen relativamente secas.
Cuando el océano y la atmósfera danzan
El Niño perturba notablemente estas condiciones «normales». De repente, una diferencia de presión atmosférica hace que los alisios se debiliten o dejen de soplar. En consecuencia, se produce el llamado episodio cálido. Las altas temperaturas se desplazan de oeste a este. Al cabo de seis meses, llegan a la costa americana. Entretanto, la costa asiática se enfría notablemente. El cambio de presión hace que las nubes y las precipitaciones también se desplacen hacia América. Este conjunto de procesos es lo que se denomina Oscilación del Sur, ya que se produce periódicamente.
Hambruna, incendios y enfermedades
En América, el agua fría de la surgencia sube desde el fondo del océano cargada de sustancias nutrientes. Estas sustancias son la fuente de alimento para ricos ecosistemas marinos y para los seres humanos, que en esas zonas dependen en gran medida de la pesca. Pero El Niño calienta el agua y altera su salinidad, y con ello afecta a los ecosistemas marinos e incluso modifica la presencia de aves marinas y la salud de los escudos coralinos. Por otro lado, las precipitaciones avanzan por la costa americana y pueden llegar a producir inundaciones y tormentas tropicales. En 1991, estalló en Perú una epidemia de cólera. El microbio que generaba la enfermedad era el mismo que ya existía hacía años en Indonesia. Según muchas investigaciones, la enfermedad habría cruzado el océano con el plancton desplazado por El Niño. El aumento de la temperatura y los problemas sanitarios relacionados con las lluvias habrían obrado el resto.
Un fenómeno global
Las consecuencias de El Niño no son mejores al otro lado del Pacífico. La periodicidad de los monzones se puede relacionar también con la Oscilación del Sur. Por otro lado, cuando la costa asiática se seca a causa de El Niño, se pueden producir sequías y fuegos devastadores, como los de Australia. Los incendios de 1997-1998, que afectaron a Indonesia y la Amazonia, liberaron a la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono y redujeron la superficie verde capaz de transformar este gas en oxígeno. El Niño altera las condiciones atmosféricas globales, lo que afecta a la agricultura y los recursos hídricos. Según el Instituto Nacional de Meteorología del Perú, contribuye también a la sequía que afecta al sur de la península ibérica y el norte de África, donde provoca daños de hasta 200 millones de euros.
Imposible sin el Niño
Al parecer El Niño salió bastante travieso. No obstante, se trata de un fenómeno natural que tiene su función dentro del ecosistema terrestre. Probablemente, sin su acción reequilibradora de las temperaturas del Pacífico, habría problemas todavía más graves. Además, a lo largo de milenios, peces, plantas y aves se han adaptado a este proceso.
Algunas investigaciones apuntan a que gracias a El Niño los animales pudieron colonizar las islas del Pacífico central, lo que sería imposible si los vientos alisios no cambiasen nunca de intensidad. De otras se desprende que gracias a los cambios en los vientos, los pueblos polinesios pudieron llegar a las islas próximas a Tahití.
Causas misteriosas
«Es importante decir claramente que no sabemos por qué razón se desata el proceso de El Niño: no tenemos explicación para este fenómeno», declara William S. Kessler, de la agencia norteamericana NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica). «No obstante, debemos recordar que El Niño es una parte natural de nuestro sistema climático, de la misma manera que lo son el invierno y el verano».
Hay algunas teorías sobre por qué este fenómeno aparece en el Pacífico y no en el Atlántico. El primero tiene distancias más grandes y ello implica que se pueda acumular una masa de agua caliente en el extremo occidental, lo que no pasa en el Atlántico. Además, en el Pacífico se producen las «olas ecuatoriales», unos lentos movimientos de agua capaces de transportar temperaturas y corrientes a grandes distancias. En estudios recientes se ha sugerido que el calentamiento del planeta podría influir en El Niño. Desafortunadamente, hay demasiado pocos eventos de este fenómeno sobre los que se hayan tomado medidas y no se puede decir, por tanto, si el calentamiento global lo ha alterado. Sin embargo, sí es posible que haya alguna relación entre ambos.
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