Algunos malentendidos sobre las pantallas en las aulas

Sin duda, conviene ser críticos con el uso de dispositivos digitales en las aulas. De entrada, cabe preguntarse en qué casos aportarán algún valor añadido a la hora de alcanzar los objetivos educativos. Y esto implica ser conscientes de que su utilidad y conveniencia no serán iguales en todos los niveles educativos, dado que los objetivos de aprendizaje y las habilidades de los alumnos serán diferentes.

Sin embargo, entre los motivos que a menudo se esgrimen para cuestionar la presencia de dispositivos en el aula, con frecuencia se incluyen argumentos no fundamentados en la investigación, o que surgen a partir de malentendidos en su interpretación. Aquí aclaramos algunos de los más habituales:

«Las pantallas producen miopía»

La miopía está asociada a factores genéticos, pero su aparición y progresión se ve condicionada por factores ambientales. La investigación sobre los efectos oftalmológicos de las pantallas no cuenta con evidencias concluyentes que permitan afirmar que las pantallas incrementan el riesgo de desarrollar miopía. Los estudios muestran resultados contradictorios, pero los metaanálisis (estudios que se realizan juntando los datos de varios trabajos existentes) no permiten establecer una asociación entre el tiempo de uso de las pantallas y la miopía. En realidad, esta investigación no compara el uso de pantallas con otras actividades que implican fijar la mirada en un punto próximo, como leer o escribir en papel. Y el hecho es que hace tiempo que la investigación estableció una asociación entre este tipo de actividades y la miopía. Por lo tanto, lo que podrían estar mostrando los estudios que encuentran alguna relación entre el tiempo de uso de pantallas y la miopía es que los niños que pasan muchas horas de su tiempo de ocio realizando una actividad que implica fijar la vista en un punto próximo, en comparación con hacer otras actividades al aire libre, podrían tener mayor riesgo de desarrollar miopía. Pero cuando se trata de estudiar, no habría diferencia entre hacerlo en papel o con una pantalla. Por desgracia, leer mucho incrementa el riesgo de desarrollar miopía.

  • Lanca, C., & Saw, S. M. (2020). The association between digital screen time and myopia: A systematic review. Ophthalmic and Physiological Optics, 40(2), 216-229.

  • Foreman, J., Salim, A. T., Praveen, A., Fonseka, D., Ting, D. S. W., He, M. G., … & Dirani, M. (2021). Association between digital smart device use and myopia: a systematic review and meta-analysis. The Lancet Digital Health, 3(12), e806-e818.

  • Dirani, M., Crowston, J. G., & Wong, T. Y. (2019). From reading books to increased smart device screen time. British Journal of Ophthalmology, 103(1), 1-2.

  • Lanca, C., Yam, J. C., Jiang, W. J., Tham, Y. C., Hassan Emamian, M., Tan, C. S., … & Asian Eye Epidemiology Consortium (AEEC). (2022). Near work, screen time, outdoor time and myopia in schoolchildren in the Sunflower Myopia AEEC Consortium. Acta ophthalmologica, 100(3), 302-311.

  • Baird, P. N., Saw, S. M., Lanca, C., Guggenheim, J. A., Smith III, E. L., Zhou, X., … & He, M. (2020). Myopia. Nature reviews Disease primers, 6(1), 99.

 

«Las pantallas provocan trastornos del sueño en los niños»

Lo que sugiere la investigación es que el uso de pantallas (incluida la televisión) antes de ir a dormir, puede retrasar la conciliación del sueño, presuntamente porque la luz brillante de la pantalla puede inhibir la secreción nocturna de melatonina, la hormona que regula el ciclo sueño-vigilia. Por otro lado, usar videojuegos o redes sociales antes de ir a dormir puede alterar el sueño porque estas aplicaciones pueden provocar una activación emocional. Además, sobre todo en el caso de los adolescentes, existe el riesgo de que pospongan la hora de ir a dormir por entretenerse con dichas aplicaciones. En definitiva, nada de esto tiene ninguna relación con el uso de la tecnología en las escuelas. 

  • Dworak, M., & Wiater, A. (2014). Impact on excessive media exposure on sleep and memory in children and adolescents. Young People, Media and Health: Risks and Rights. Gothenburg: Nordicom, 99-110.
  • Higuchi, S., et al. (2003). Effects of VDT tasks with a bright display at night on melatonin, core temperature, heart rate, and sleepiness. Journal of Applied Physiology, 94(5), 1773-1776.

 

«Las pantallas provocan que los niños tengan menor capacidad de atención»

No hay pruebas de que las pantallas tengan efectos en la arquitectura cognitiva de las personas.  Las pantallas nos resultan muy atractivas porque nuestro cerebro ha evolucionado de forma que nos atraen las promesas de una nueva información que puede ser relevante para nuestros propósitos. Lo que cambia con las pantallas es la posibilidad de acceder a este tipo de información en cualquier momento. Podríamos hacer una analogía con la comida: nuestro cerebro evolucionó de forma que las grasas y los dulces nos resultaran muy atractivos, pues en un entorno donde la comida era escasa, priorizar la pieza de alimento más energética contribuía a la supervivencia. En el entorno actual, donde la comida ya no escasea, nuestra arquitectura cerebral nos traiciona inclinándonos a comer demasiado dulce y grasa (y demasiados alimentos en general). Aprender a regular la propia dieta sobreponiéndola a estos impulsos resulta fundamental. Del mismo modo, aprender a regular el uso de las pantallas y diferenciar los usos beneficiosos de los perjudiciales supone exponerse a modelos de buen uso y de regulación como los que puede proporcionar la escuela.

  • Wilmer, H. H., Sherman, L. E., & Chein, J. M. (2017). Smartphones and cognition: A review of research exploring the links between mobile technology habits and cognitive functioning. Frontiers in psychology, 8, 605.
  • Kobayashi, K., & Hsu, M. (2019). Common neural code for reward and information value. Proceedings of the National Academy of Sciences, 116(26), 13061-13066.
  • Gazzaley, A., & Rosen, L. D. (2016). The distracted mind: Ancient brains in a high-tech world. Mit Press.

 

«Las pantallas provocan adicción»

Las pantallas no tienen ningún efecto adictivo per se. Esto se aprecia claramente en el hecho de que las personas no se enganchan a las pantallas porque utilicen a diario procesadores de textos (p.ej. Word), hojas de cálculo (p.ej. Excel) o libros digitales. Aquello que puede resultar atrayente son determinadas aplicaciones. En especial, resultan muy seductoras las aplicaciones que continuamente prometen información nueva que el cerebro estima como relevante, como las redes sociales. De hecho, los adolescentes se encuentran en una época del desarrollo que se define como hipersocial, y esto hace que la información de carácter social les resulte muy atrayente (en todo caso, no se puede hablar de adicción, excepto en casos excepcionales). Por lo tanto, no tiene ningún sentido atribuir a las aplicaciones educativas que se usan en la escuela ningún efecto que lleve a los estudiantes a «engancharse a las pantallas». Por otro lado, dejar de usar ordenadores en la escuela con la intención de que los alumnos no tengan la posibilidad de acceder a las redes sociales en ningún momento tampoco tiene ningún sentido cuando existen medios técnicos para evitar el acceso si así se desea, y cuando la inmensa mayoría de alumnos tienen su propio dispositivo móvil. 

  • Bhanji, J. P., & Delgado, M. R. (2014). The social brain and reward: social information processing in the human striatum. Wiley Interdisciplinary Reviews: Cognitive Science, 5(1), 61-73. 

  • Kilford, E. J., Garrett, E., & Blakemore, S. J. (2016). The development of social cognition in adolescence: An integrated perspective. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 70, 106-120.

  • Satchell, L. P., Fido, D., Harper, C. A., Shaw, H., Davidson, B., Ellis, D. A., … & Pavetich, M. (2021). Development of an Offline-Friend Addiction Questionnaire (O-FAQ): Are most people really social addicts?. Behavior Research Methods, 53, 1097-1106.

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