El tabaco: Un tóxico seductor
El principal problema de fumar es que ofrece una solución instantánea a cambio de un problema a largo plazo.
Escrito por Aran Luengo Martínez, alumno de la escuela Fedac Anglès (Girona). Ganador del concurso Eureka Divulgadores 2024.
26 de noviembre de 2024

El organismo de un fumador tarda aproximadamente 72 horas en deshacerse de la nicotina. Durante ese proceso te sientes nervioso, estresado y te pica el cuerpo. Pero una calada más tarde te vuelves a sentir verdaderamente bien.
Los labios son una de las partes más sensibles del cuerpo, y poner algo entre ellos resulta profundamente placentero. Pero es más que una adicción física: tienes la sensación de que fumar te ayuda a concentrarte en el trabajo, y estás convencido de que es una buena excusa para tomarte pausas regulares, lo cual es bueno para tu mente. Además, parece ser una buena opción cuando te aburres, te quita el apetito, y ayuda a que los malos momentos sean menos malos y los buenos, mejores. También puedes verlo como una manera de socializarte y hacerte amigo de otros fumadores.
La adicción física dura tres días, pero la adicción psíquica puede llegar a durar meses.
¿Qué pasa dentro del cuerpo de un fumador?
Una vez presentada la situación, vamos a ver por qué te sientes tan bien y qué pasa exactamente en tu interior cuando fumas.
Un cigarro se compone de hojas de tabaco secas mezcladas con diversas sustancias químicas que lo hacen arder lentamente, ayudándote a absorber la nicotina, además de saborizantes que lo hacen menos tosco de consumir. El humo del tabaco se compone en un 95% de gases como dióxido de carbono y vapor de agua. El 5% restante son partículas llamadas tar, o alquitrán, que contienen «la magia» y están compuestas de nitrógeno o de carbono, rellenas de nicotina. Mientras inhalas, billones de partículas interactúan con todo lo que se cruzan, y se quedan atascadas en tu lengua, garganta y tráquea.
Los pulmones son como esponjas inflables, y contienen los cilios, que son células con orgánulos parecidos a pelos cubiertos por una membrana de mucosa y que funcionan como filtro y barrera. Atrapan la suciedad y las bacterias en una especie de baile.
El tar aterriza en la mucosa y la convierte en una sustancia marrón pegajosa que, a su vez, paraliza los cilios, lo que permite que se adentre más de lo que debería en tus pulmones o, más concretamente, en los alvéolos.
Los alvéolos son una especie de saco de aire donde se produce como tal la respiración. Tienen unas paredes muy finas, por lo que están muy expuestos a peligros, aunque los cilios se encarguen de protegerlas. Son tan finas para que el oxígeno pueda dirigirse a los vasos sanguíneos y el dióxido de carbono pueda abandonarlos. La nicotina pasa a través de estas finas paredes, se transfiere a la corriente sanguínea y llega al cerebro tan rápidamente que hace que el efecto parezca instantáneo.

Plantación de tabaco.

Pulmones de una persona no fumadora.
Una vez que llega al cerebro, este libera montones de transmisores y hormonas que afectan a todo el cuerpo. La epinefrina y el cortisol hacen que el corazón lata más rápido y también hacen que el cuerpo esté listo para la acción. La dopamina te hace sentir feliz y relajado y reduce el apetito. La betaendorfina reduce el dolor y el estrés. La nicotina te excita y calma al mismo tiempo. Eres más capaz de concentrarte y estás más alerta. Los nervios son más sensibles a sensaciones placenteras, y entonces el cuerpo se relaja. Juntos, todos estos efectos te hacen sentir genial.
Pero el cerebro trata inmediatamente de lidiar con los efectos de la nicotina y volver a la normalidad, lo cual está bien mientras tengas nicotina corriendo por las venas. Pero cuando ya no la tienes, el cuerpo está demasiado sobrecompensado, y se crea un gran desequilibrio. Cuanto más fumas, más intenta tu cuerpo volver a la normalidad. Por eso la nicotina es tan adictiva: sin ella dejas de sentirte tú mismo.
Fumar te sigue pareciendo genial, pero ahora también lo necesitas para sentirte tú mismo.
El efecto de la nicotina y de otras sustancias
Si eso fuera todo, no sería tan malo, ¿verdad? Pero la nicotina viene con muchas otras sustancias: cadmio, plomo, arsénico, cianuro de hidrógeno, peróxido de hidrógeno, óxido de nitrógeno…, que causan daños donde sea que acaben.
El monóxido de carbono reduce el oxígeno que puede llevar la sangre. En los pulmones, los cilios sufren con la mucosa ensuciada de partículas tar, y algunos de ellos mueren. Los alvéolos son muy sensibles y no pueden soportar este tipo de estrés. Algunos de ellos explotan como globos, lo cual causa daños irreparables en el sistema respiratorio. Como intento del cuerpo para parar el tar, las células caliciformes expulsan más mucosa para compensarlo, y ello dificulta el respirar. Debido a esto, empiezas a toser.
Tu sistema inmunológico se activa y los macrófagos, un tipo de glóbulos blancos, empiezan a destruir las partículas tar. Los fumadores tienen más células de este tipo en sus pulmones que los no fumadores, debido a que los pulmones de un fumador están literalmente llenos de suciedad. Pero la nicotina hace que los macrófagos sean más lentos e ineficientes. Aún peor, sueltan sustancias que disuelven el tejido de los pulmones y causan pequeñas heridas que se vuelven cicatrices. Tener cicatrices en los pulmones no es bueno para la respiración. La nicotina aumenta tu ritmo cardíaco, además de ordenar a todos los vasos sanguíneos del cuerpo que se encojan.
Mientras tanto, las sustancias tóxicas se quedan atascadas en los vasos sanguíneos y causan incontables heridas por todo el cuerpo, que se volverán también cicatrices. Por esas cicatrices se pierden proteínas, lo que causa coágulos en la sangre, y los vasos sanguíneos se vuelven aún más estrechos. Estos vasos sanguíneos tan estrechos hacen que el corazón tenga que trabajar mucho más para que la sangre siga fluyendo.
Dentro de la piel, las sustancias mencionadas anteriormente desencadenan enzimas que descomponen el colágeno, la proteína que hace que la piel sea elástica y suave. Esto crea pliegues y arrugas. Tu piel envejece mucho más rápido y pareces viejo más temprano.
Pero seguramente lo peor es lo que le pasa al sistema inmunológico: por todo el cuerpo, el sistema inmunológico reacciona ante las pequeñas heridas y desencadena una lucha contra un enemigo invisible, dañando células sanas en el proceso. Al mismo tiempo, la nicotina mata las células sanas de forma lenta y pasiva. También dificulta que el sistema inmunológico luche contra enfermedades reales.

Fumar tabaco potencia la pérdida de colágeno y la aparición de arrugas.
Un deterioro general de la salud
En resumen, todos tus órganos están extremadamente estresados y sufren algún tipo de daño permanente. Con el tiempo, las grasas se van quedando atascadas en los vasos sanguíneos, lo que los hace más y más estrechos, hasta que empiezan a ahogar los órganos. El corazón late aún más rápido para empujar la sangre a través de las nuevas resistencias, y provoca que la presión arterial se dispare. Late tan fuerte que a veces los fluidos que circulan por los vasos sanguíneos se filtran a los pulmones y esto hace que respirar sea todavía más difícil.
La probabilidad de que un coágulo de sangre obstruya un paso crítico aumenta drásticamente, lo que puede causar un ataque cardíaco. La mayoría de los fumadores acaban sufriendo una obstrucción crónica pulmonar. La mayoría de los alvéolos quedan irreversiblemente destruidos, lo que causa que estés siempre falto de aliento. Una vez que empieza el proceso, solo puede empeorar, nunca mejora.
Finalmente, está el cáncer. Hay dos cosas que hacen a los fumadores más propensos a este mal, ambas causadas por fumar. Una es que has inundado todo tu organismo, especialmente los pulmones, con al menos setenta sustancias cancerígenas distintas. Por otra parte, fumando has paralizado la parte de tu sistema inmunológico que se encarga de prevenir y destruir el cáncer.

Pulmones de una persona fumadora.
Fumar es una de las actividades legales más peligrosas que puedes realizar.
Un fumador pierde de promedio diez años de vida. Lo que significa que algunos pierden tan solo cinco, mientras que otros pueden perder veinticinco. No sabes cuál vas a ser tú. Fumar también hace que estés una mayor parte de tu vida enfermo.
Entonces, ¿por qué no dejar de fumar y ya está? Los fumadores son vistos popularmente como indisciplinados, lo que es injusto. La nicotina es una de las sustancias más adictivas que conoce la humanidad. Si empiezas a fumar, muy probablemente lo hagas por el resto de tu vida. La mayoría de los fumadores empiezan siendo adolescentes. En 2020, tan solo el 23% de los adultos eran fumadores, una cifra muy inferior comparada con el 34% del año 2000. En el pasado año, murieron ocho millones de personas debido al tabaco. Actualmente hay diversas formas de dejarlo. Dejarlo a los 35 o antes no debería restarte años, aunque no es cuestión de jugar con el tiempo y los efectos nocivos del tabaco. Fumar es opcional, aunque siempre está bien saber las consecuencias de tus actos.
La mejor forma de no volverse adicto es no empezar.
Así que si no fumas, ¡mejor no empieces!
ESCRITO POR Aran Luengo Martínez
Alumno de ala escuela Fedac Anglès (Girona).
Ganador del concurso Eureka Divulgadores 2024, en la categoría 1.
Créditos imágenes e ilustraciones
- Plantación de tabaco – Schumacher, Pixabay.
- Pulmones sanos – ArtemisDiana, ©iStock.com.
- Pérdida de colágeno – TanyaLovus, ©iStock.com.
- Pulmones de persona fumadora – James Heilman-MD, Wikimedia Commons.
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